-"Cuánto ha cambiado el Paseo de las Rosas, ¿verdad cielo?", le preguntó el Chico de
Ayer a su señora, mientras terminaba de rociar el chorrito de aceite de oliva
virgen extra sobre su joyo.
-"Es cierto, cariño. Las nuevas imágenes -réplicas-
de Álvarez Cubero han modificado, y
de qué manera, los espacios más cercanos al Balcón del Adarve" replicó ella, terminando por apurar su café
con leche.
Eran las diez de la mañana y aquel domingo invitaba a
salir a dar una vuelta. Nuestro hombre, ansioso por completar su albúm de fotos
sobre el Parque de Priego, salió
rápidamente de casa con su vieja Réflex
colgada al cuello.
Mientras caminaba, el Chico de Ayer optó por llegar a
través del Barrio de la Villa,
deleitándose en el húmedo frescor de los geranios y de la blanca cal de la calle Real. Esa sensación tan familiar
le retrotrajo a su infancia, cuando atravesaba estas estrechas callejuelas
disputando frenéticas carreras de chiquillos
en bicicleta. No pudo evitar esbozar una pícara mueca mientras recordaba
aquello.
Alcanzó el Paseo
a través de la calle Maimónides y se
recreó en la neoclásica y soberbia figura de la Defensa de Zaragoza. Mientras tomaba algunas fotos iba cavilando:
"No me extraña que esta obra de arte, tallada en Roma por nuestro ilustre
paisano, haya estado tantos años exhibida en el Paseo del Prado". En efecto, el realismo de las dos tallas
humanas, magistralmente definidas, captó por completo la atención de nuestro
simpar personaje.